sábado, 25 de diciembre de 2010

25 de diciembre en San Pedro del Vaticano

Venimos de San Pedro. La ceremonia ha sido magnífica. Había en ella acaso cien damas inglesas, algunas bellísimas. Formaron detrás del altar mayor un recinto tapizado de damasco rojo. Su Santidad nombra un cardenal para decir misa en su lugar. Llevan la sangre del Salvador al Papa, sentado en su trono detrás del altar, y el Papa la aspira por un tubo de oro.

No he visto nunca nada tan imponente como esta ceremonia. San Pedro estaba sublime de magnificencia y de belleza; sobre todo, el efecto de la cúpula me pareció hermoso; yo me sentía casi tan creyente como un romano.

Nuestras compañeras de viaje no se cansan de comentar un espectáculo tan grande y tan sencillo. Sólo han encontrado dos damas romanas conocidas de ellas en el bello anfiteatro preparado para las damas, y para eso iban acompañando a parientes de provincias venidos a Roma para la gran funzione.

Ésta fue favorecida por un sol hermosísimo y un tiempo muy dulce. Realmente, al ver San Pedro adornado con sus más bellas galas, tan alegre y tan noble, no se podía uno imaginar que la religión cuya fiesta se celebraba anuncie un Infierno eterno que ha de tragarse para siempre la mayor parte de los hombres. Multi sunt vocati, pauci vero electi.

Tuvimos que abandonar a nuestras compañeras de viaje, muy bien colocadas a la derecha del altar mayor. Las bromas volterianas de Pablo me hacían daño; me arrimé a un monsignore amigo nuestro, gran latinista, que quiso convertirme. Era caer de Caribdis en Escila.

Le dije con sencillez por qué me reía, y, sin transición, se puso a hablarme de Tito Livio. “¿Habéis observado –me dijo- que, a los ciento treinta y ocho años de la fundación de Roma, había aún aguas estancadas entre las colinas? (Tito Livio, lib. I, capítulo XXXVIII). Después de la toma de Veyes, el pueblo quiere abandonar un territorio malsano para ir a habitar en el conquistado. Le disuaden los patricios, que en Veyes no hubieran podido robar tierras.” (Véanse las notas hechas sobre Tito Livio por Maquiavelo.) […]

Es lo que escribe nuestro autor el día 25 de diciembre de 1827. Páginas 166 y 167.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Coliseo 2 (a la luz de la Luna)

Esta noche hemos ido, con una hermosa luna, al Coliseo; yo creía que íbamos a experimentar sensaciones de dulce melancolía. Pero es cierto lo que nos había dicho M. Izimbardi: este clima es tan bello, emana tal voluptuosidad, que hasta la luna pierde aquí toda tristeza. La luna, con su tierna emoción, se encuentra a orillas del Windermere (lago del norte de Inglaterra). Daban las doce de la noche, el custodio del Coliseo estaba advertido y nos abrió; pero se empeñaba en seguirnos: es su deber. Le rogamos que fuera a buscarnos a la próxima hostería unos bocalli de vin buono.

El espectáculo de que gozamos, una vez solos en este inmenso edificio, resultó lleno de magnificencia, pero en modo alguno melancólico. Era una gran y sublime tragedia y no una elegía. Fue muy bien ejecutado el sublime quartetto de Bianca e Faliero (de Rossini), sin que pudiéramos desprendernos de las imponentes imágenes que nos asediaban. La luna era tan clara, que pudimos leer más tarde unos versos de lord Byron:

“Veo al gladiador tendido ante mí, apoyado en la manos. –Su mirada viril consiente en morir; pero triunfa de la agonía, y su cabeza inclinada cae gradualmente al suelo. –De la extensa herida, se escapan lentamente las últimos gotas de sangre; van cayendo pesadas, una a una, como las primeras gotas de una lluvia de tormenta; se le nublan los ojos expirantes; ve girar en torno suyo el gran teatro y todo el público; muere al fin, y la aclamación resuena todavía saludando al despreciable vencedor; el vencido oyó ese griterío y lo ha despreciado. –Sus ojos estaban en su corazón, y su corazón está muy lejos. No piensa ni en la vida que pierde ni en el precio del combate. Piensa en su cabaña salvaje adosada a una roca, a orillas del Danubio; allá, mientras él muere, sus niños juegan entre ellos; la madre los acaricia, y él, el padre, es muerto a sangre fría, para ofrecer un día de fiesta a los romanos. Todos sus pensamientos se le va con la sangre. -¿Morirá, sin venganza? -¡Levantaos, germanos, y saciad vuestra ira!”

Eran cerca de las dos de la mañana cuando dejamos el Coliseo.

Lo escribe nuestro autor el día 28 de noviembre de 1828. Se encuentra en las páginas 457 a 460 de la edición que venimos siguiendo.

Fotografía tomada del blog Emilio Fatuzzo.

jueves, 1 de julio de 2010

Palacio Farnesio


"1 de julio

Estos días hemos visto varios palacios. Primero el Palacio Farnesio, el más bello de todos, construido por Sangallo y Miguel Ángel con piedras del Coliseo y del Teatro Marcelo. Se llega a este palacio aislado por una placita muy bella: tiene la forma de un cuadrado perfecto. Es todavía una fortaleza, como los palacios de Florencia. En el siglo XIV, el peligro circulaba por las calles de Roma; los papas eran depuestos y asesinados como hoy el bey de Argel; pero, por causa de ese despotismo singular y no militar, la historia de Roma es mucho más salvaje y más interesante que la de Bolonia, Milán o Florencia.
El Palacio Farnesio, admirable por la arquitectura de Miguel Ángel, parecería hoy horriblemente triste. Yo me explico muy bien que el primer día un joven francés acostumbrado a nuestras casas de cien ventanas no vea en este palacio más que una prisión. Un patio cerrado por los cuatro lados no es más que un absurdo en un palacio que no es una fortaleza y a cuyo dueño se le supone lo bastante rico para comprar todos los terrenos necesarios, puesto que aspira a la magnificencia.
El vestíbulo que da entrada a este majestuoso edificio está ornado de doce columnas dóricas de granito egipcio, y tres órdenes de columnas superpuestas decoran en las cuatro fachadas este patio cuadrado y tan sombrío. El orden inferior forma un pórtico de una majestad áspera y verdaderamente romana. Bajo este pórtico han puesto la gran urna sepulcral de mármol de Paros, que perteneció al sepulcro de Cecilia Metella. Relegada a un rincón del patio, esta urna no produce aquí ningún efecto; es una falta de gusto del siglo de Paulo III haberla quitado de un monumento en el que era la parte principal."

Es lo que dice el autor en las páginas 329-330.
Fotografía tomada del blog Otra arquitectura es posible

domingo, 30 de mayo de 2010

San Stefano Rotondo

San Stefano Rotondo, cuyo nombre os da idea de su forma general, fue un templo erigido en honor del emperador Claudio. La primera iglesia consagrada a San Esteban fue construida por San Simplicio en el año 467. Pero en la relación escrita por este mismo santo, se encuentra a la vez la iglesia de San Esteban y el Templo de Claudio. Tened en cuenta que, en su tiempo, el año 467, la autoridad pública no permitía aún a los cristianos demoler y ocupar los monumentos públicos. Sólo en 772 pudo el papa Adriano I apoderarse del templo de Claudio y, sobre sus cimientos, hacer la iglesia que vemos. Nicolás V la hizo reparar en 1454; Inocencio VIII y Gregorio XIII hicieron reformas en ella.
Esta iglesia, de una forma muy singular, está decorada por cincuenta y seis columnas antiguas dispuestas en dos filas. Casi todas son jónicas y de granito; seis son de orden corintio y de mármol griego. En la pared interior de la nave están esas horribles pinturas…

Palabras de nuestro autor el día 8 de julio de 1828. Páginas 358 y 359 de la edición mencionada.

Fotografía tomada de la galería de Clementi.

domingo, 2 de mayo de 2010

Martirios en San Stefano Rotondo

"En la pared interior de la nave están esas horribles pinturas de Pomarancio y de Tempesta, tan celebradas por los hombres vulgares que el azar lleva a Roma; esto es para estos señores tan inteligible como la guillotina en acción. Este realismo atroz es lo sublime para algunas almas vulgares. Rafael resulta muy frío junto a San Erasmo en el momento en que le sacan las entrañas.

Al entra vi junto a la puerta un santo a quien le aplastan la cabeza entre dos muelas de molinos; el ojo se le ha salido de la órbita, etc. El resto es demasiado horrible para que yo lo describa.

Los bellos versos de Racine describiendo un espectáculo atroz disimulan el horror con la elegancia. Los frescos de San Stefano Rotondo no son lo bastante bellos para hacer soportables los horribles suplicios que representan demasiado bien y demasiado claramente."

Son las palabras del autor, el día 8 de julio de 1828, en la página 359 de la edición que seguimos.

*La imagen está tomada de C-MONTER.net.

sábado, 6 de marzo de 2010

Coliseo


" [...] y una calesa abierta (los fiacres del país) me condujo rápidamente al Coliseo. Es la más bella de las ruinas; tiene toda la majestad de la Roma antigua."

Es lo que dice nuestro autor en la página 43 de la edición que seguimos.

viernes, 1 de enero de 2010

Templo de Júpiter Óptimo Máximo


Vista del foro romano y el templo de Júpiter Optimus Máximus sobre el Capitolio en un grabado del siglo XIX. Es el templo que se ve al fondo, elevado.


El templo de Júpiter Óptimo Máximo, constantemente recomendado por los patricios a la veneración del pueblo, duró mucho tiempo, pues no fue reconstruido hasta Sila (año de Roma 671); fue reformado por Vespasiano y rehecho por Domiciano. Dionisio de Halicarnaso dice que, después de la restauración de Sila, medía doscientos pies romanos de largo y ciento ochenta y cinco de ancho; la fachada daba al sur, hacia el Tíber. Este edificio les debía de parecer de un tamaño inmenso a los romanos de los primeros siglos, cuyas casas consistían en una sola habitación que recibía luz por un pequeño hueco abierto sobre la puerta. Yo he visto aún esta manera de construir en la isla de Ischia.

Lo mismo que los napolitanos de hoy, los romanos pasaban la vida al aire libre. El templo de Júpiter estaba probablemente rodeado, al norte y al poniente, por un precipicio de diez o doce toesas, lo cual le hacía fácil de defender. La fachada estaba constituida por un pórtico de tres filas de columnas; un pórtico semejante, pero apoyado en una sola hilera de columnas, dominaba los otros tres lados y servía de protección contra los ardores del sol y contra la lluvia; allí se reunía la gente como se reúnen nuestros campesinos el domingo en el pórtico de la iglesia parroquial.

Ante este templo, centro de la religión y de la grandeza de los romanos, iban los generales vencedores a hacer un sacrificio en acción de gracias por su victoria. En esto radica el triunfo, ceremonia que introdujo la emulación entre los patricios e impidió a estos aristócratas caer en la pereza, como los de Venecia. El triunfo introducía habitualmente en el gobierno de Roma el gran elemento del gobierno representativo, la opinión pública.

El templo de Júpiter Óptimo Máximo, existía aún en toda su integridad en tiempos del emperador Honorio, el año 400 de nuestra era. La Iglesia de Roma contaba ya una larga serie de papas. ¿Cuál había sido su política con respecto al templo más venerado de Italia? Estilicón lo despojó de una parte de sus ornamentos. Genserico, en el año 455, se llevó la mitad de las tejas de bronce que lo cubrían. No obstante, este celebre templo existía aún en tiempos de Carlomagno, por el año 800. Pero en el siglo XI se encuentra de pronto en la historia que está completamente en ruinas. ¿Qué fuerza derribó tantas columnas¿ ¿Por qué razón no se quiso transformar, mediante una ceremonia expiatoria, un templo pagano en iglesia cristiana? Era acaso demasiado célebre y demasiado amado por el pueblo.

Lo escribe nuestro autor el 1 de enero de 1828. En las páginas 171 a 173.

La imagen está tomada del blog Mujeres de Roma .