domingo, 22 de diciembre de 2013

22 de diciembre de 1848 (Bonchamps)


  Charles de Bonchamps, por P.J. David

Esta mañana hemos visto muchas estatuas modernas que pretenden representar héroes o supuestos héroes muertos hace años.

Nada de todo esto se aproxima al Bonchamps de M. David. En la iglesia de la pequeña ciudad de Saint-Florent, en Vendée, el marqués de Bonchamps, herido de muerte, está representado en su tumba en el momento en que ordena perdonar la vida a cinco mil soldados republicanos que acaban de ser hechos prisioneros en la batalla de Cholet. La herida del héroe ha permitido a M. David representarle medio desnudo. Nada más sencillo, más verídico,y, por consiguiente, nada más impresionante que esta estatua, de tamaño mayor que el natural. Está en la misma iglesia donde fueron encerrados los cinco mil prisioneros de guerra salvados por la palabra de Bonchamps.

En los bustos de la escultura moderna en Italia hay algo de blando y de bobo; véase el busto de lord Byron por M. Thorvaldsen; véanse los bustos reunidos en el Capitolio, en lo que ellos llaman la Protomoteca, a la derecha yendo a la plaza. No hemos visto nada, no diré superior, pero ni siquiera comparable a los bustos de MM. De Béranger, Chateaubriand, La Fayette, Grégoire, Rouget de Lisie, Rossini, por M. David. […]

Imagen procedente de: Wikipedia.

Escrito por nuestro autor el 22 diciembre 1828.

Pp. 474-5 de la edición mentada.

viernes, 22 de noviembre de 2013

El bello ideal



[…] Olvidaba una gran discusión sobre el bello ideal en casa de la señora duquesa de B… El cardenal Spina, monseñor N. y M. Nystrom, joven arquitecto sueco, hablaron con mucho ingenio. Los primeros siglos de la pintura no tuvieron la menor idea del bello ideal.

Ved las pinturas de Ghirlandaio hechas hacia 1480, en Toscana. Las caras son de una vivacidad sorprendente, de una verdad encantadora. Se llamaba bello lo que era fielmente copiado; el bello ideal hubiera sido considerado como incorrección. Cuando este siglo quería honrar a un pintor, le llamaba el mono de la Naturaleza. Los pintores no aspiraban más que a ser espejos fieles; rara vez elegían. La idea de elegir no apareció hasta 1490.


22 de noviembre 1827, página 109.

Las dos imágenes proceden de Wikimedia Commons.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Las colinas de Roma (17 de noviembre de 1827)


Colinas de Roma
Foto:  tomada del blog Mujeres de Roma

Roma incluye entre sus murallas diez u once colinas que bordean el Tíber y lo hacen un río rápido y encajonado. Estas colinas parecen dibujadas por el genio de Poussin para ofrecer a los ojos un placer grave y en cierto modo fúnebre. A mi juicio, Roma es más bella en un día de tempestad. No le va bien el sol hermoso y tranquilo de un día de primavera. Este suelo parece hecho expresamente para la arquitectura. Desde luego no hay aquí un mar delicioso como en Nápoles, y falta la voluptuosidad; pero Roma es la ciudad de los sepulcros; la felicidad que aquí se puede imaginar es la felicidad sombría de las pasiones y no la voluptuosidad amable de la ribera del Posilipo

Tumba de Cecilia Metella
Fuente: Wikipedia

¡Qué vista más singular la del priorato de Malta, construido sobre la cima occidental del monte Aventino, que por la parte del Tíber termina en un precipicio! ¡Qué profunda impresión producen, vistos desde la altura, la tumba de Cecilia Metella, la Via Appia y la campiña de Roma! Al otro extremo de la ciudad, hacia el norte, ¿hay algo preferible a la vista que se domina del monte Pincio, ocupado en otro tiempo por tres o cuatro conventos y transformado por el gobierno francés en un magnífico parque? ¿Podéis creer que los frailes solicitan la destrucción de este parque, el único que existe en Roma para el público? El cardenal Consalvi fue un impío a los ojos de los curas rurales que tomó por colegas, porque no adjudicó exclusivamente a una veintena de frailes agustinos la deliciosa vista de la campiña romana y del monte Mario, situado frente al Pincio. Nada asegura que los agustinos o camaldulenses no sean reintegrados en sus derechos. Las elevadas colinas que bordean el Tíber en Roma forman valles tortuosos y profundos. Los laberintos determinados por estos pequeños valles y las colinas parecen dispuestos, según la frase del famoso arquitecto Fontana, para dar lugar a la arquitectura y poner de relieve lo más bello que tiene. 

He visto a romanos pasar horas enteras en muda admiración, apoyados en una ventana de la Villa Lante, frente al monte Gianicolo. A lo lejos se divisan las bellas figuras formadas por el Palacio de Monte Cavallo, el Capitolio, la Torre de Nerón, el monte Pincio y la Academia de Francia, y bajo los ojos, al pie de la colina, se domina el Palacio Farnesio. Jamás las casas de Londres y París juntas, aunque estuviesen adornadas con una elegancia cien veces mayor, darán la menor idea de esto. En Roma, hasta una simple cochera suele ser monumental.


Hackert, Panorama di Roma da Monte Mario
Imagen procedente de Lazio Segreto

No es en las colinas donde se construyó la calle del Corso y la Roma actualmente habitada, sino en el llano, junto al Tíber y al pie de los montes. La Roma moderna ocupa el Campo de Marte de los antiguos; aquí venían Catón y César a hacer los ejercicios gimnásticos necesarios  al general lo mismo que al soldado antes de la invención de la pólvora. [...]

La Roma habitada termina al sur en el monte Capitolino y  la roca Tarpeya, al oeste, en el Tíber, pasado el cual no hay más que algunas malas calles, y al este, en los montes Pincio y Quirinal. Las tres cuartas partes de Roma al este y al sur, el monte Viminal, el monte Esquilino, el monte Celio, el Aventino, son solitarias y silenciosas. Reina en ellas la fiebre y se cultiva la vid. En medio de este vasto silencio se encuentra la mayor parte de los monumentos que va a buscar la curiosidad del viajero.

Es lo que escribe nuestro autor tal día como hoy de 1827. Páginas 106 a 108.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Libros de viajes sobre Italia (11 de noviembre de 1827)


Los mejores viajes por Italia son los de Forsyth, De Brosses, Misson, Duclos, Lalande. Las memorias de Casanova, edición de Leipzig, pintan muy bien las costumbres anteriores a los cañonazos del puente de Lodi (1796). El viaje más curioso por lo ridículo es del cura Eustace, que dice que en Roma la administración francesa quería vender los materiales de San Pedro. Algunos ingleses enrojecen de cólera cuando se les recuerda que Napoleón gastaba millones en desenterrar la basílica próxima a la columna de Trajano, la columna de Focas, el templo de la Paz, etcétera. Como el siglo es desconfiado, voy a citar a M. Eustace.

            “Whan then will be… the horror of my reader when I inform him… the french commttee turned its attention to Saint Peter’s and employed a company of Jews to estimate and purchase the gold, silver and bronze, that adorn the inside of the edifice, as well as te copper that convers the vaults and dome on the outside!”.

Este libro ha alcanzado ocho ediciones en Inglaterra, y lo vemos en manos de todos los viajeros de la clase alta. Muy grande tiene que ser Francia para suscitar un odio tan furibundo.

Burke, el Chateaubriand de Inglaterra, ha dicho de nosotros cosas peores.

Los viajantes de comercio franceses que recorren Italia se saben de memoria los chistes del presidente Dupaty, tan ridículo como Eustace. Su viaje, protegido por los industriales, ha alcanzado la cuarta edición, y el del presidente De Brosses solo ha llegado a la segunda. […]

pp. 105 y 106


miércoles, 6 de noviembre de 2013

Murallas y colinas (6 de noviembre de 1827)


Porta Maggiore
Porta Maggiore. Puerta en la muralla aureliana.

Hoy nos hemos despertado con la curiosidad de estudiar más exactamente la situación de las diversas murallas de Roma.

Hace falta un plano de la Roma antigua y buscar las murallas construidas por Rómulo. Es aproximadamente como París, que se encuentra primero en una pequeña parte de la isla Notre-Dame. Este cobijo de bandoleros valientes que se llama Roma no ocupó al principio más que el monte Palatino (hoy Villa Farnesio) y luego el monte Capitolino. Numa, al que supongo por el momento el sucesor inmediato de Rómulo, incluyó en la ciudad una parte del monte Quirinal.

Tulo Hostilio, que es considerado como el tercer rey de Roma, después de destruir Alba, trasladó a los ciudadanos a su ciudad, según las costumbres de aquellos tiempos primitivos, y los instaló en el monte Celio (donde está hoy la Villa Mattei). Desde lo alto del monte Celio, que fue encerrado entre las murallas de Roma, los albenses veían las ruinas de su patria.

Anco Marcio, sucesor de tulio, destruyó las ciudades de Telena, Ficana y Politorio; trasladó a sus habitantes al monte Aventino (donde está hoy el priorato de Malta) y encerró este monte en el recinto de Roma. Construyó sobre el Tíber un puente de madera, que luego se hizo célebre por el valor de Horacio Cocles. Hubiera sido sumamente imprudente construir un puente sin defenderlo con una fortaleza, y Anco Marcio construyó una ciudadela sobre el Gianicolo, posición muy importante, pues la ciudades de Etruria, dominadas por los sacerdotes, gobernadas bajo ellos por reyes y con un grado de civilización muy avanzado, comenzaban a tener celos de Roma; los reyes de Etruria, o Locumones, contrariados por los sacerdotes, no atacaron Roma bastante a tiempo para destruirla, pero le hicieron correr grandes peligros, y finalmente, después de varios siglos de guerras continuas, durante las cuales los romanos adoptaron en parte la religión de Etruria, este país acabó por ser conquistado. Perdóneseme esta discreción que traza la posición militar de Roma durante los primeros siglos de su existencia. El peligro venía casi siempre de la orilla derecha del Tíber, del lado etrusco.

Servio Tulio rodeó toda la ciudad de murallas muy sólidas, hechas con bloques cuadrados de piedra volcánica. Hizo una fortificación llamada Agger, desde el extremo oriental del Quirinal hasta el sitio que ocupa hoy la iglesia de Santo Vito, junto al Esquilino. Roma comprendía entonces siete colinas al este del Tíber; de aquí el nombre de Septicollis. Se ve que, al darle este nombre, no se fijaron en la fortaleza construida dobre el Gianicolo (orilla derecha del Tíber). La muralla de Servio Tulio era de unas ochos millas; incluyó dos montes en la ciudad: el Viminal y el Esquilino, así como una parte del Quirinal.

Desde Servio Tulio hasta el emperador Aureliano, Roma, que se fue haciendo poderosa, se defendió con sus ejércitos y no se vio obligada a pensar en la fuerza de sus murallas. Pero Aureliano temió que los bárbaros, en alguna de sus incursiones, se apoderasen por sorpresa de la capital del imperio. Comenzó una muralla nueva que fue acabada por Probo, sucesor de Tácito.

Dibujo del exterior de la tumba de Bíbulo.
Procedencia: http://www.zazzle.es

Nuestro estudio de hoy ha tenido por objeto hacernos una idea clara de  la Roma que habitaron los héroes. Hemos vuelto a ver la tumba de Cayo Poncio Bíbulo, en la plaza Marcel de Corvi, al principio de la cuesta de Marforio, en el extremo meridional del Corso. Este venerable monumento fue erigido fuera de las murallas de Servio Tulio para honrar la memoria de un ciudadano que había merecido bien de la patria. Es de piedra calcárea y lleva cuatro pilastras que soportan una bella estatua.

En el estudio de estas antigüedades remotas, lo esencial es admitir como probable lo que es probable y no creer más que lo probado; no hablo de pruebas matemáticas; cada ciencia tiene diferente grado de certeza.

Dicen que la muralla de Aureliano tenía casi cincuenta millas de extensión; el contemporáneo Vopiscus lo asegura.

 Murallas Aurelianas
Murallas Aurelianas.

Ya sabéis que las murallas actuales no tienen más que dieciséis millas; la parte más antigua se remonta sólo al año 402, y fue levantada por orden de Honorio. Hay que hacerse una idea clara de las diez u once colinas sobre las que se extiende Roma, y estudiar su historia. El monte Capitolino con sus dos cimas; el monte Celio, llamado primero Querquetulario por las encinas que lo cubrían, etc.

Gracias a inmensos trabajos, lo monumentos antiguos de Roma han cambiado por completo de aspecto desde 1809, y la ciencia que se ocupa de ellos se ha vuelto más razonable.

He abreviado mucho el artículo anterior, y, sin embargo, temo que sea todavía muy aburrido. Ahorrará investigaciones pesadísimas a los viajeros curiosos de esta clase de detalles. Espero que los otros saltarán de cuando en cuando ocho o diez páginas. […]

Los etruscos […] fueron discípulos de los egipcios y maestros de los romanos; pero los romanos, que ante todo pensaban en la guerra, no tomaron al principio más que su religión, y durante mucho tiempo rechazaron las artes. Los patricios querían la por causa del juramento; era la ley del reclutamiento en Roma. Los etruscos sabían construir canales, según dicen sus amigos: tenían una arquitectura muy adelantada. Ved Volterra. ¿Deduciremos de la forma piramidal de la tumba de Porsenna (dudoso) que los etruscos admiraban las pirámides de Egipto? La forma piramidal ¿no la sugieren los montones de piedras formados en las esquinas de los campos de los países montañosos como Toscana? Los etruscos habían inventado –al parecer- la bóveda, ese milagro de la nueva arquitectura desconocido por los egipcios.

Para inocular una religión a un pueblo basta con un hombre triste y tierno como J.-J. Rousseau. Si este hombre lleva el amor al poder, o el pique de amor propio contra sus enemigos, hasta hacer que le quemen vivo, su religión progresa mucho más rápidamente. Así, dad el valor de una mujer de Calcuta a San Pablo, y la nueva religión toma alas.

Probablemente había en Etruria una casta que hacía trabajar a los tontos en provecho de ella. Esta casta tenía secretos mágicos […]

¿Es el aire del Vaticano a propósito para inspirar la credulidad? ¡Qué hermoso sitio para reunir en él una asamblea de arqueólogos!

El alfabeto de los etruscos se derivaba, como todos los demás, del de los fenicios, ese pueblo de industriales. Los etruscos no habían recibido sus cartas de los griegos, puesto que escribían de derecha a izquierda y suprimían las vocales breves, como los hebreos.

La extraña aspiración que se observa en el modo de hablar italiano de Florencia, procede de los etruscos.

Es lo que escribe nuestro autor el mismo día de hoy (6 de noviembre) de 1827. Páginas 99 a 103 de la edición que seguimos.


domingo, 14 de julio de 2013

Lista de villas

El 28 de noviembre dice: "He aquí el nombre de las villas que más nos han gustado:

-Mills, construida sobre las ruinas de la casa de Augusto. Bonito pórtico, frescos de Rafael, figuras de Venus.
-Ludovisi. Aurora  del Guercino.
-Pamphili. Arquitectura de Algardi, y esqueletos singulares que se deshacen en polvo.
-Borghese. Estatuas y bellos jardines.
-Albani. Estatuas, bella arquitectura.
-Corsini, en la falda del Monte Gianicolo: situación deliciosa.
-Lante. Arquitectura de Giulio Romano.
-Aldobrandini, o de Belvedere, en Frascati.
-Giraud, o Cristaldi, extraña arquitectura.
-Madama, por Rafael; perfección de la arquitectura gentil.
-Mattei, o del príncipe de la Paz; bellos cuadros.
-Médicis, o Academia de Francia.
-Orgiati, o Nelly, cerca de Villa Borghese, habitada en otro tiempo por Rafael; tres frescos: un Sacrificio a Flora; el Bersaglio, muchas bellas figuras desnudas; las Bodas de Alejandro y de Roxana, cuadro digno de Rafael.
-Poniatowsky; arquitectura de M. Valadier. Este hombre ha construido a la entrada de la calle del Babbuino una casa con terraza en cada piso. Este arquitecto tiene estilo.
-Villa Adriana, cerca de Tívoli.
-Mellini, en el Monte Mario; vista magnífica; desde aquí tomó M. Sickler la vista panorámica de Roma y sus alrededores. […]”

pp. 461 y 462 de la edición que seguimos.


martes, 2 de julio de 2013

Lista de palacios que hay que ver

"Pondré aquí la lista de los palacios que hay que ver. Coloco en primera línea los que vale la pena de ir a verlos; son doce. A los palacios de la segunda lista se sube cuando se pasa junto a ellos.
            El Vaticano, diez mil habitaciones.
            El Quirinal o Monte Cavallo.
            La Cancelleria (la Cancicllería).
Rospigliosi, la Aurora de Guido.
Farnesina, la Psiquis, de Rafael.
Borghese
Doria Pamfili
Chigi
Corsini
La Villa Médicis, ocupada por los jóvenes pintores franceses. Hermosa vista bajo las verdes encinas.
Barberini, retratos de la Cenci y de la Fornarina; Muerte de Germánico, cuadro de Poussin.
Y he aquí veinticinco palacios de un interés secundario:
Altieri, muy grande.
Barschi, bella escalera.
Colonna, bella galería. Desde la muerte del príncipe Lorenzo, cuyo sepulcro está en los Santos Apóstoles, ya no hay cuadros en este palacio.
Palazzo de’ Conservatori, estatua de César.
Palacio de la consulta, bastante insignificante.
Costaguti, frescos del Domenichino y del Guercino.
Falconieri, buenos cuadros.
Ruspoli. Los frescos de las salas ocupadas por el café, son de un pintor francés. El salón grande donde M. Demidoff hacía representar vodeviles es bastante curioso; la escalera es magnífica. Este palacio pertenecía en otro tiempo a los Gaetani. Enfrente está la gran casa llamada Palacio Fiano donde están las encantadoras marionetas. Alquilar dos habitaciones y preguntar por Cassandrino, alumno de pintura.
Giraud. El arquitecto fue Bramante.
Giustanini, muchas estatuas.
Massimi, ruinas del Teatro Marcelo.
El Palacio de Monte Citorio, en cuyo gran blacón se efectúa el sorteo de la lotería. El pueblo bajo que se reúne estos días en la plaza es más curioso que el palacio. Sobre estos rostros tostados se pintan los matices de las más vivas pasiones. Un artista encuentra aquí expresiones vivas y naturales, no apagadas por el miedo de chocar al vecino; y sin embargo, cada individuo de este populacho se conduciría de modo diferente si estuviera solo.
Odescalchi; la fachada es de Bernini.
Mattei, objetos de arte.
Palacio del príncipe Jerónimo Bonaparte, vía Condotti.
Palacio del Príncipe Pío. Edificado sobre las ruinas del Teatro de Pompeyo.
Salviati, construido para alojar a Enrique III.
Palacio Venecia, construido en 1468.
Sciarra, en el Corso, botina colección de cuadros.
Palacio del Senado en el Capitolio, la loba estrusca.
Spada, la estatua de Pompeyo.
Stoppani, construido sobre dibujos de Rafael.
Verospi, bóveda pintada por el Albano.
Torlonia, en Piazza Venecia, brillante en todas las cosas bellas que ha podido reunir un vendedor de cintas de hilo convertido en rico banquero de Roma. Comparar esta vivienda con la de los enriquecidos de París; nada muestra más claramente la diferencia de carácter nacionales: en nuestros nuevos ricos, ingenio y pretensiones, constantemente preocupados de cien pequeñas cosas que han de hacerles ascender en el mundo; en el vendedor de citas romano, todo es reposo y tranquilidad; después del dinero, sólo le interesan las bellas artes. […] "


Es lo que escribe nuestro autor en este día de 1828. Páginas 335-337 de nuestra edición.


Dedicado a mi amigo Alberto R., que hoy estará  paseando por las calles de Roma.

martes, 5 de marzo de 2013

Elección de un nuevo papa (5 de marzo de 1829)

[Tras muerte de León XII, nuestro autor nos cuenta las ceremonias para la elección del nuevo pontífice]


Al ir a la Plaza de Monte Cavallo, hemos encontrado tres procesiones que hacen para pedir al Cielo la pronta elección de un soberano pontífice. El último artesano de Roma sabe bien que la elección no tendrá lugar en los primeros escrutinios, que no pueden dar ningún resultado, son de pura cortesía; los cardenales dan su voto a aquellos de sus colegas a quienes quieren honrar con una pública prueba de estimación.

Hemos asistido a la fumata  y a las estrepitosas carcajadas que provoca siempre.  He aquí de qué se trata:

De la ventana más próxima a la que ha sido tapiada en la fachada de Monte Cavallo, que mira a los caballos de dimensiones colosales, sale un tubo de chimenea de ocho a diez pies de largo. Este tubo desempeña un gran papel durante el Cónclave.

Sabemos por los diarios que los nobles reclusos votan todas las mañanas. Cada cardenal, después de hacer una breve oración, va a depositar en un cáliz colocado en el altar de la Capilla Paulina una cartita lacrada. Esta carta, doblada de un modo especial, contiene el nombre del cardenal electo, una divisa tomada de la Escritura y el nombre del cardenal elector.

Cada noche se procede a la revotación entre los candidatos que han obtenido votos por la mañana. La cartita lacrada contiene estas palabras: <<Accedo domino N.>>.

A este voto no debe añadirse ninguna razón. Observad bien esto. Esta ceremonia de la noche ha tomado el nombre de accession; a veces un cardenal, descontento de las elecciones indicadas por la mañana, escribe en su billete de la noche: <<Accedo nemini.>>.

Dos veces al día, cuando los cardenales encargados del escrutinio han visto que ningún candidato ha obtenido los dos tercios de los sufragios, queman las papeletas, y el humo sale por el tubo de que acabo de hablar; esto es lo que se llama la fumata. Esta fumata provoca cada vez una gran risa en la multitud que se aglomera en la plaza de Monte Cavallo, y que piensa en la decepción de las ambiciones; todo el mundo se retira diciendo: "Vamos, hoy no tenemos papa".


Es lo que escribe Stendhal el 5 de marzo de 1829, en las páginas 501 y 502 de nuestra traducción.

domingo, 24 de febrero de 2013

Obelisco de San Juan de Letrán


"Sería una lástima dejar San Juan de Letrán sin echar una ojeada al obelisco; es el más grande que se conoce: mide noventa y nueve pies sin la base y el pedestal. Thutmosis, rey de Egipto, se lo dedicó al Sol en esa ciudad de Tebas sobre la cual los sabios cuentan tan bonitos cuentos.

Constantino había hecho embarcar este obelisco en el Nilo; su hijo Constancio lo hizo transportar de Alejandría a Roma. Los egipcios poseían el arte de transportar fardos enormes y de abrir inmensos templos en las rocas; éste es su único mérito, mérito de tiranos que saben sacar provecho de sus esclavos.

Habiendo sido destruido por un incendio en el Palacio deLetrán, Sixto V lo hizo reconstruir. El arquitecto fue Fontana; éste colocó aquí ese bello obelisco que, roto en tres pedazos, yacía en el suelo en medio del gran circo. Amiano Marcelino habla de este obelisco, cuya cruz está a ciento cuarenta y tres pies del suelo; hubiera sido preferible volverlo a erigir en la plaza donde lo había puesto Constancio. Esta última manera de restaurar los monumentos antiguos volverá a ponerse de moda cuando mande la generación de 1800."

Es lo que escribe Sthendal el  5 julio 1828, en las páginas 351 y 352.

Fografía de AndrewRm tomada de Wikimedia Commons.

miércoles, 20 de febrero de 2013

Funerales por el Papa León XII (20 febrero 1829)


“Acaban de erigir un magnífico catafalco en medio de la nave principal de San Pedro. Los ornamentos son de M. Tadolini [sic], el escultor. El arquitecto ha sido M. Valadier, [sic] conocido por la profanación del Arco de Tito. El catafalco no está nada mal.

Le han dado la forma general de una pirámide, pero han añadido muchos ornamentos, y justificados. Hay unos bajorrelieves que representan los hechos de León XII, y muchas inscripciones latinas del abate Amati. El cuerpo diplomático asistió a la ceremonia que ha tenido lugar en torno al catafalco. Estas ceremonias, siempre las mismas, comienzan a parecernos largas. En cambio, los ingleses, que se han apresurado a venir de Nápoles, se dedican a ellas con furor. En la carretera de Nápoles, se han pagado precios enormes por caballos de posta. […]”

Es lo que escribe nuestro autor el 20 de febrero de 1829 en la página 497. Pensamos que hay una errata en los nombres de pila que adjudica al escultor Tadolini y al arquitecto Valadier.

domingo, 17 de febrero de 2013

San Juan de Letrán (I)

Interior.

San Juan  de Letrán es la primera iglesia del mundo, Ecclesiarum urbis et orbis mater et caput; es la sede del Soberano Pontífice como obispo de Roma. El Papa, después de su exaltación al trono, viene aquí a tomar posesión del mismo. (La ceremonia de la possesso).

En el año 324 construyó Constantino esta basílica en su propio palacio, que cedió luego a los soberanos pontífices. En este templo habitaron durante sus estancias en Roma hasta Gregorio XI (1370), que volvió a fijar en Roma la Santa Sede establecida en Avignon. […]

La basílica de San Juan de Letrán fue quemada en 1308; Clemente V, que residía en Avignon, envió grandes cantidades de dinero y se restauró con magnificencia todo lo destruido por el incendio.

Gregorio XI abrió la puerta del norte; Martín V hizo la fachada, decorada más tarde por Eugenio IV y Alejandro VI; Pío IV mandó hacer el gran sofito dorado; Sixto V decoró la fachada lateral, cuyo doble pórtico, muy bonito, fue dibujado por Fontana; Inocencio X, en 1650, puso la nave principal en el estado en que la vemos hoy, con planos de Borromini, ese arquitecto barroco. Al abrir los cimientos, se reconoció que este lugar no estaba comprendido en el recinto de Servio Tulio.

Clemente XI embelleció la basílica, y, finalmente, Clemente XII mandó hacer la fachada, muy admirada en su tiempo (1730) y que hoy nos parece bastante mala. Este papa tenía dinero; le propusieron hacer el muelle del Tíber desde la Porta del Popolo al Ponte Sant’ Angelo, pero prefirió embellecer su catedral.


 Fachada principal


La fachada principal tiene cinco balcones, y el Papa daba la bendición desde el del medio. Cuatro columnas y seis pilastras de orden compuesto forman la fachada; está coronada de once estatuas  que se ven bien desde las logias de Rafael, en el Vaticano, a tres cuartos de legua, la distancia mayor de la Roma habitada.

En el pórtico inferior han puesto una mala estatua de Constantino, enterrada en los desastres que sufrió Roma después de este emperador, y encontrada luego en sus Termas, en el Monte Quirinal. La gran puerta de bronce fue quitada de la iglesia de San Adriano, en el Foro, y trasladada aquí por orden de Alejandro VII. Es el único ejemplo que nos queda de las puertas quadrifores de los antiguos.

Es lo que nos cuenta nuestro autor el 5 de julio de 1828 entre las páginas  345-347 de su obra.

La fotografía del interior procede del Vuelos al mundo.
La de la fachada está tomada del blog jesusvalmeyana.