martes, 5 de marzo de 2013

Elección de un nuevo papa (5 de marzo de 1829)

[Tras muerte de León XII, nuestro autor nos cuenta las ceremonias para la elección del nuevo pontífice]


Al ir a la Plaza de Monte Cavallo, hemos encontrado tres procesiones que hacen para pedir al Cielo la pronta elección de un soberano pontífice. El último artesano de Roma sabe bien que la elección no tendrá lugar en los primeros escrutinios, que no pueden dar ningún resultado, son de pura cortesía; los cardenales dan su voto a aquellos de sus colegas a quienes quieren honrar con una pública prueba de estimación.

Hemos asistido a la fumata  y a las estrepitosas carcajadas que provoca siempre.  He aquí de qué se trata:

De la ventana más próxima a la que ha sido tapiada en la fachada de Monte Cavallo, que mira a los caballos de dimensiones colosales, sale un tubo de chimenea de ocho a diez pies de largo. Este tubo desempeña un gran papel durante el Cónclave.

Sabemos por los diarios que los nobles reclusos votan todas las mañanas. Cada cardenal, después de hacer una breve oración, va a depositar en un cáliz colocado en el altar de la Capilla Paulina una cartita lacrada. Esta carta, doblada de un modo especial, contiene el nombre del cardenal electo, una divisa tomada de la Escritura y el nombre del cardenal elector.

Cada noche se procede a la revotación entre los candidatos que han obtenido votos por la mañana. La cartita lacrada contiene estas palabras: <<Accedo domino N.>>.

A este voto no debe añadirse ninguna razón. Observad bien esto. Esta ceremonia de la noche ha tomado el nombre de accession; a veces un cardenal, descontento de las elecciones indicadas por la mañana, escribe en su billete de la noche: <<Accedo nemini.>>.

Dos veces al día, cuando los cardenales encargados del escrutinio han visto que ningún candidato ha obtenido los dos tercios de los sufragios, queman las papeletas, y el humo sale por el tubo de que acabo de hablar; esto es lo que se llama la fumata. Esta fumata provoca cada vez una gran risa en la multitud que se aglomera en la plaza de Monte Cavallo, y que piensa en la decepción de las ambiciones; todo el mundo se retira diciendo: "Vamos, hoy no tenemos papa".


Es lo que escribe Stendhal el 5 de marzo de 1829, en las páginas 501 y 502 de nuestra traducción.